Todos apretujados en aquel enorme congelador comenzaron a quejarse, casi al unísono, cuando metieron a otro:
— No hay derecho, traen a cuatro por cada uno que se llevan ¿No ven que ya no cabemos?
— La rubia del atropello, la que entró el lunes pasado, dice que es por la huelga
— Sí, ya sé quién me dice. Menuda fresca, desde que llegó no se separa del ahorcado ¿Una huelga de qué? ¿De necropsias caídas?
— Mire, yo lo que quiero es que me toque cuanto antes: es la tercera vez que pierdo el pulgar con la etiqueta y, como esto dure mucho, me veo en una fosa común.
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